Opinión
de un católico cubano luego de las declaraciones del Cardenal Ortega Alamino.
Durante
la visita del Papa a Cuba, abundaron las referencias a la “libertad” por parte
de los protagonistas del gran espectáculo generado en aquellos días de marzo.
De Su
Santidad, entresaco lo que él reiteró como “evidencias”:
“Hoy es
evidente que la ideología marxista, como se la concebía, ya no responde a la
realidad: así ya no se puede responder y construir una sociedad; deben
encontrarse nuevos modelos, con paciencia y de manera constructiva.”
“Es
evidente que la Iglesia está siempre de la parte de la libertad: libertad de
conciencia, libertad de religión.”
De la
“libertad de conciencia” no me preocupo, pues aún en prisión, nadie puede
quitármela, a no ser con alucinógenos u otros “condimentos” especialmente
preparados para el caso. Aquí nos ocupa la “libertad de expresión”, como algo
concreto a manifestarse en medios muy materiales: Prensa escrita, Radio,
Televisión, la calle y los sitios digitales.
En
cuanto a la ideología marxista, si bien el Santo Padre la considera obsoleta,
agrega una coletilla: “como se la concebía”, lo que da pié a una nueva
posibilidad de concebir el comunismo: ¿Quizás a lo Hugo Chávez?...
No creo
a Joseph Ratzinger un simpatizante de los comunistas, como tampoco le endilgo
ese “cartelito” a Jaime Ortega, pero ciertamente este último calificó de
“delincuentes” a un grupo de personas que ocuparon una iglesia en La Habana,
con una carta de peticiones dirigidas a Benedicto XVI, días antes de su visita
a Cuba.
Lo peor
del asunto es que el Obispo de la capital cubana se escudó en las autoridades
para sus declaraciones, olvidando que las leyes de mi país son únicas, leyes
que décadas atrás, le llevaron a él mismo hasta los tristemente recordados
campamentos de la “UMAP”. En defensa de “Su Eminencia”, estuvo el vivir
reconcentrado ocho meses, cuando pudo acogerse a la cómoda decisión de salir de
Cuba.
Pasaron
los años difíciles de las relaciones entre la Iglesia Católica y el estado
revolucionario. Los Curas sobrevivieron, con su infinita paciencia, hasta el
día de hoy, cuando al decir del presidente Raúl Castro:
“Nos
satisfacen las estrechas relaciones entre la Santa Sede y Cuba,…”
“Nuestro
gobierno y la iglesia católica, apostólica y romana en Cuba, mantenemos buenas
relaciones.”
Entonces,
días antes de la visita papal, luego de un peregrinar de la Virgen de la
Caridad del Cobre, que convocó a millones de cubanos, vienen unas personas
desconocidas a ocupar la Basílica Menor de La Habana, consagrada a La Patrona
de Cuba.
o
¿Eran ellos feligreses católicos o parroquianos?
o
¿Eran acaso miembros reconocidos de la oposición
política?
o
¿Eran delincuentes comunes?
Las
realidades apuntan a un NO respecto a las dos primeras preguntas, en cuanto a
la tercera, el asunto resulta discutido, pues en Cuba las prohibiciones son
tantas que es difícil encontrar un cubano estrictamente dentro de la ley.
Foto a la izquierda de los miembros del Partido Republicano en Cuba que ocuparon la Iglesia.
De
cualquier forma, si los ocupantes permanecían en el templo, se consagraba en la
práctica algo así como un “derecho de asilo”, legalmente imposible en ese
lugar. Por otro lado, el intento amenazaba seriamente con arruinar el largo
proceso de reconstrucción de una convivencia entre los católicos y el estado
revolucionario.
Cuba
vive un momento de cambios insoslayables. La oposición política es débil; tan
débil que la propia Iglesia católica medió ante el ofrecimiento unilateral por
parte del gobierno, de una amnistía para la mayor parte de los presos de
conciencia que existían en el país.
Como
sabiamente me ha dicho un amigo de larga experiencia: “la iglesia tiene su
propia agenda” y así lo creo. Recuerdo la negativa del Cardenal Ortega, en
abril del año anterior, cuando el Partido Comunista de Cuba convocó a un
cónclave de todas las religiones practicadas en la nación, con el objetivo de
alcanzar un consenso en torno al futuro del país:
“Ni
vertical ni horizontalmente la acción de la Iglesia se funda en alianza alguna,
sino que brota del derecho que tiene el cuerpo eclesial de hacer presente el
amor de Jesucristo en el mundo de hoy según su propia misión.”
El
estado cubano no tiene en la Iglesia ni un aliado ni un enemigo. La Iglesia no
espera ningún privilegio. En todo caso, para sí misma, el reconocimiento de su
derecho a cumplir en libertad su misión.”
Únicamente
la iglesia católica, apostólica y romana, se apartó de la convocatoria,
mostrando su independencia respecto al gobierno. Agrego que los templos
católicos no son embajadas y la arquidiócesis de La Habana no es un partido
político. De igual forma, el Cardenal Ortega no es juez para determinar quiénes
son delincuentes o no en mi país.
Aún así,
La Iglesia católica queda como el único interlocutor viable ante el gobierno,
en el incierto futuro de Cuba.
Por
ahora, mientras lejos de nuestras tribulaciones cotidianas, otros diatriban
contra el cardenal cubano, el Obispo de Roma nos dice:
“Les he
asegurado además que el Papa lleva en su corazón las preocupaciones y las
aspiraciones de todos los cubanos, especialmente de aquellos que sufren debido
a las limitaciones de la libertad.”
Se trata
de la única declaración papal, esta vez desde El Vaticano, donde aborda el tema
de La libertad como un asunto palpable en la sociedad cubana.
Al
parecer, por ahora solamente nos queda REZAR.
*Periodista
independiente cubano, radica en Ciudad de la Habana, Cuba y sus colaboraciones
aparecen en sitios webs de temas cubanos.
Excelente punto de vista del autor que nos induce a confiar en una política eclesial muy confusa.
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