mayo 02, 2011

Las “sapiencias ofídicas” de la Iglesia católica cubana se han convertido en los mejores aliados del Partido Comunista; un artículo y dos documentos.

Hoy aparece en la revista digital, Cuba Encuentro o Encuentro en la Red, un artículo del columnista Haroldo Dilla Alfonso, sobre las relaciones Iglesia Católica- estado totalitario en Cuba. El articulo con el título de: “Dios y el Partido” es interesante y recomendamos su lectura, sin embargo debe completarse esta aproximación del autor con los documentos: “El Amor todo lo espera” y aquel sorprendente documentos que apareció en el año 1999, un año después de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, me refiero a lo que se conoció como un “material de estudio” titulado: “Cuba: su pueblo y su Iglesia de cara al tercer milenio”. Documento que puso rabiosos a los comunistas cubanos, más que el anterior, “El Amor todo lo espera” una década antes. Una religiosa cubana que trabajaba para el Arzobispado de La Habana en aquel momento me aseguró que el Cardenal fue citado de inmediato por los agentes cubanos y le propinaron un interrogatorio de 4 horas. Nunca más se habló de este documento, que por cierto, Dilla Alfonso no menciona en su esclarecedor artículo. 
Aquí les dejo algunos párrafos del artículo de Dilla Alfonso y siempre la recomendación de releer los documentos antes mencionados.
 Hace algo menos de 18 años la prensa cubana enfiló sus cañones contra lo que un insultador oficial llamaba “las ofídicas sapiencias eclesiásticas”. El motivo era un documento hecho público con título de bolero fácil: el amor todo lo espera. En él, los obispos expresaban su preocupación por la aguda crisis que atravesaba la nación y abogaban por el diálogo y el entendimiento de todos los cubanos para la reconciliación nacional. El panfleto de Granma —y Granma no publica nada sin la venia de las jerarquías— fue leído con tenacidad de comuneros por los locutores en cada estación de radio y televisión, y publicado en todos los periódicos nacionales y provinciales.
Visto a la distancia, el documento de los obispos no era espectacularmente crítico. No mucho más crítico que cosas que hoy se dicen o se escriben en los medios eclesiásticos. Pero eran otros los tiempos. Aunque se había dispuesto una tregua desde fines de los 80, el cese de hostilidades se refería a los creyentes “revolucionarios”, no a los curas. Y esos primeros años 90 fueron muy crueles con una clase política que no lograba entender las razones del estropicio que ellos mismos habían causado. Eran, además, los tiempos en que el arzobispo Ortega y Alamino se preparaba para su investidura como Cardenal, con todos los sustos que ello implicaba. El amor todo lo espera llegó en el momento menos pertinente, cuando podía esperar cualquier cosa menos amor.
Pero por esos afanes de las metamorfosis de la política, las “sapiencias ofídicas” se han convertido en los mejores aliados del Partido Comunista. En su pasado informe al VI Congreso del PCC, el flamante primer secretario no escatimó verbo para elogiar a la jerarquía católica. Aunque tuvo cuidado en listar a casi todas las confesiones y comenzó con una mención particular al Consejo de Iglesias —un proyecto ecuménico liderado por los protestantes que resultó demasiado progubernamental como para ser creíble en las movidas político/humanitarias recientes— es indiscutible que el plato fuerte fue la Iglesia católica. Según Raúl Castro, una fuerza patriótica reconocible y a la que se recurrió no por necesidad sino por condescendencia, como para compartir con alguien la dudosa gloria de sacar de la cárcel a decenas de presos políticos condenados sin procesos penales consistentes y desterrar a la inmensa mayoría de ellos. Una mentirilla aparentemente piadosa sobre la que volveré más adelante.
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