Una nota tomada del Blog Emanaciones, del escritor cubano, Juan Abreu, muy oportuno en estos días que tanto se ha especulado por las recientes conversaciones Iglesia (católica) – gobierno, en Cuba. Dice esta incisiva nota:
Y ya que hablamos de la Iglesia, les presento a tres hermanos: Ventura García Marín, Cipriano García Marín, Eugenio García Marín. En 1980, buscaron asilo en la Nunciatura del Vaticano en La Habana. Querían escapar de la isla.
¿Qué hicieron los señores curas?
Los denunciaron. Pero no sólo los denunciaron: cooperaron diligentes con los esbirros castristas.
¿Cómo llegaron los esbirros a la Nunciatura a detener a los tres hermanos? Llegaron disfrazados de curas. Llegaron en un automóvil de la Nunciatura.
Repitámoslo. Vestidos de curas, en un automóvil de la Nunciatura.
Hubo un supuesto tiroteo. Y un supuesto empleado de la Embajada del Vaticano resultó supuestamente muerto. Esa es la versión oficial de los Castro y el Vaticano. Que sirvió para justificar el asesinato de los tres hermanos.
Pero el testimonio y las investigaciones del activista de los derechos humanos Ricardo Bofill (que conoció en la cárcel a los hermanos Marín) han demostrado que todo fue un montaje. Bofill localizó al supuesto muerto en 1985, era un subteniente del Ministerio del Interior, vivía en el reparto Fontanar y se llamaba Isidro Peñalver León.
La denuncia de Bofill fue presentada a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Que la usó para limpiarse el c..., como suele. Y de paso nombró al gobierno asesino miembro de su Comisión de Derechos Humanos.
Ventura García Marín, 19 años, Cipriano García Marín, 21 años, y Eugenio García Marín, 25 años, fueron fusilados. La madre, Margarita Marín Thompson, fue condenada a 20 años por no denunciar a sus hijos. Enloqueció en prisión y fue liberada tras cumplir diez años de cárcel. Murió en 1992, clamando infructuosamente por los huesos de sus hijos.
¿Perdón?
Sí, claro.
Cuando el cardenal Ortega Alamino vaya y de rodillas lo solicite ante la tumba de esta mujer. De paso, puede pedir misericordia al pueblo cubano por cincuenta años de conducta rastrera de su Iglesia en Cuba.
Mientras no lo haga, no será más que un cómplice de los asesinos.
Y así se le debe tratar, como la basura cómplice que es.
Fuente: Emanaciones.
Foto del Nuncio Giulio Einaudi, quien fungía como representante del Vaticano en Cuba entre 1980-1988 cuando se produjeron estos hechos.
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