El tema del perdón y el olvido en el contexto de la realidad cubana, es un asunto recurrente y que produce no pocas polémicas, debates de ocasión y aguijonea la sensibilidad de muchos sean o no cristianos. El argumento del perdón cristiano, y la realidad de una sociedad viviendo bajo una dictadura criminal y prolongada traen el tema de la mano una y otra vez. Aquí les dejo este artículo reciente de la analista política y ex prisionera de conciencia cubana que aborda, una vez más, el asunto.
PERDONAR.
En el tema cubano mucho se ha hablado, y se habla a diario, de perdonar. Aunque realmente se perdona al que se arrepiente, esto en términos religiosos. En términos judiciales puedes arrepentirte cincuenta veces, y si asesinaste, violaste o cometiste un acto delictivo, no creo que haya perdón.
Entonces, ¿a quién perdonar? ¿A quiénes fueron partícipes de los paredones de fusilamiento? ¿A los que fueron –y son- parte de las turbas al servicio de la dictadura contra los opositores y el pueblo? ¿A los que hundieron el remolcador 13 de Marzo? ¿A los hermanos Pérez Pérez que con tanto ensañamiento dispararon sus misiles contra dos pequeñísimas naves aéreas tripuladas por civiles pertenecientes a la organización de Hermanos al Rescate?
¿Deberíamos perdonar a los que masacraron a los presos políticos en la cárcel de Boniato? ¿A los que dejaron morir a Pedro Luis Boitel y hasta lo golpearon cuando agonizaba? ¿Perdonaríamos a los que les echaron los perros entrenados a Jorge Luis García Pérez (Antúnez) en la prisión? ¿A los que han golpeado ya varias veces al periodista independiente, Guillermo Fariñas? ¿A los que hostigan al Dr. Oscar Elías Biscet en su celda? ¿A los que han torturado por años a Arturo Suárez Ramos? ¿O es preferible perdonar a todos aquellos que patearon y usaron la fuerza brutal contra el presidio político femenino?
¿Quizás se debiera perdonar a los que impidieron a Mario Chanes de Armas ver el cadáver de su hijo de apenas 22 años, luego de que muriera de forma misteriosa, para darle un último beso de despedida? ¿Acaso correspondiera perdonar a quienes fusilaron al Coronel Cornelio Rojas en la forma tan bárbara que lo hicieron, y que además dejaron constancia sádica en un video?
¿O es que se perdonaría a todos aquellos que fueron responsables de la muerte del opositor, Miguel Valdés Tamayo, quien fuera sacado de prisión por una licencia extrapenal por razones de enfermedad y luego le hicieron brutales actos de repudio y golpearon con saña? ¿Habría que perdonar a los que quemaron a Tondike y luego lo fusilaron sin compadecerse?
¿Perdonaríamos a los que usaron métodos de tortura contra La Niña del Escambray hasta enloquecerla? ¿A los que dieron electroshock a los presos políticos en la Sala Carbó Serviá? ¿A los que persiguieron al escritor Reinaldo Arenas? ¿A los que torturaron a Julio César Morales en sus doce años de encierro injusto? ¿A los que golpeaban por ser negro y rebelarse al prisionero político, Ignacio Cuesta Valle, conocido como el “Pichi”?
¿Qué cosa es perdonar? ¿Eximir de responsabilidad a los criminales que han vivido al amparo del régimen por todos estos años?
Llevamos casi medio siglo de tiranía nefasta. Son muchos los muertos en este largo camino recorrido que no acaba. Muchos presos, mucho dolor. Una desesperanza imperdonable. Un pueblo que vive pensando en huir porque le arrebataron sus sueños a golpes de mentiras. Un país en ruinas material y espiritualmente. Una infancia perdida entre pañoletas y consignas enfermas de odio. Una juventud que solo mira hacia al norte porque ha perdido la orientación hacia otros caminos que pudieran liberarla. Una indolencia universal que lastima hasta lo infinito.
Pero se habla de perdonar como si las víctimas no contaran. Muchos no han podido, ni siquiera, llorar a sus muertos y darles cristiana sepultura, como a los que asesinaron en las lomas del Escambray y otros tantos lugares en los que se luchó con las armas.
Ahora que los desertores son casi héroes en la ciudad donde más víctimas existen, se habla de perdonar para calmar sus miedos. Se habla de tolerancia para evitar la justicia. Aunque todavía no los he escuchado decir: “me arrepiento”. Así de simple.
Aún así, cuando la justicia divina los perdone, si es que se arrepienten, tendrá que haber justicia legal en una Cuba libre. Porque, a pesar de todos los indulgentes y sentimentales que andan por ahí, a pesar de la reconstrucción de una Cuba nueva y sin odio, si no hablamos de justicia, jamás podremos hablar de patria.
De acuerdo totalmente, no puede haber perdón si no hay arrepentimiento, magnífico escrito.
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